Érase una
vez una familia de cuatro personas, bueno el hermano no cuenta porque estaba en
Londres. La niña se llamaba Paula, era alta, de ojos verdes y muy buena, aunque
un poco pesada. El padre se llamaba José aunque lo llamaban Pepe; en realidad
no era su padre, era la pareja de su madre, pero ella lo quería igual porque el
la había criado; era alto, de pelo gris, ojos verdes y muy bueno aunque muy
desordenado. La madre se llamaba Paula como la niña, era alta, rubia y de ojos
marrones. Paula vivía en Sada con su madre. Un día se quedó a dormir en casa de su “tía”(lo
pongo entre comillas porque en realidad no era su tía era una muy buena amiga
de su madre) y al día siguiente sus padres irían a recogerla y se quedarían a
comer. Habían quedado para comer a las dos de la tarde y ya eran y cuarto. Como
no eran muy puntuales, no se preocuparon.
A las
tres tuvieron una llamada, la llamada que cambiaría su vida: la llamaban del
hospital, sus padres habían muerto en un accidente de coche. Paula lloró y
lloró todo lo que pudo. Se quedó a vivir en casa de su tía.
Pasados unos meses empezó a decir que veía a su padre en
alucinaciones; por ejemplo, ella estaba sentada en el sillón y decía que
hablaba con él, aunque sólo se oía su voz. La llevaron a todos los médicos, y
ella seguía igual. Al final, como su tía
había muerto, la metieron en un internado de monjas y pasados diez años, el día
que la niña salía al fin del internado encontró una foto en la que estaban su
tía y sus padres, muchos años después que hubiesen muerto, y en la parte de
atrás ponía:”Tranquila, Paula, somos felices”.
Lula, 2ª de ESO.
Lula, 2ª de ESO.